100% Bobal. Fermentación espontánea, sin levaduras artificiales. Viñedos viejos en altitud. Producción limitada a 600 botellas. Cultivo ecológico con uso de métodos biodinámicos.
Aquí me tenéis de nuevo, sentado a la fresca ante un portátil más precario que un vino búlgaro y contemplando una preciosa estampa del Tibidabo con su enorme basílica magníficamente iluminada (debe ser verdad que la crisis se ha esfumado porque la dejan encendida toda la noche) y la noria del parque de atracciones adyacente variando de color chillón y estridente a cada segundo. Es lo bueno de pertenecer a Vino y se Quedó, uno nunca sabe si le va a pillar en Madrid, Borstendorf o Barcelona el momento de acercarse a los cada vez más fieles seguidores del blog.
Nuestro protagonista de esta nueva entrada es un vino muy particular por varias razones: siendo de la Ribera del Duero está elaborado con una uva de origen mediterráneo que en esta zona es conocida como Valenciana y que fue plantada en los años cuarenta del pasado siglo para la creación de claretes por los paisanos de la zona. De ahí que no pueda comercializarse bajo la D.O. Ribera del Duero. Siendo un rosado parece un clarete, y siendo un vino nos trae recuerdos de sutiles pacharanes. Es un vino que pasa de las normas establecidas como anuncia en su nombre.
Cata de un vino que pasa de convencionalismos
Este rosado creado por la que es nuestra bodega del mes de abril, Kirios de Adrada, pertenece a la serie Las cuatro estaciones, que recoge un vino para cada estación del año. Nos parecía muy facilón presentároslo con la llegada del verano y nos hemos adelantado un poco. Bien es cierto que lo probamos cuando en España parecía haberse instalado el calor, aunque en los últimos días hemos vuelto a lo que debe ser el mes de abril que parecía que alguien nos había robado, como en la canción del maestro Sabina.
El Ácrata Bobal 2012 «Verano» es de color anaranjado como de clarete, natural en su «turbiedad» al no estar clarificado. Cuenta con una lágrima gorda debido a su potencial glicerinoso.
Tiene una nariz de mediana intensidad en la que percibimos aromas a fresa ácida, a pomelo y a caramelo quemado que ya hemos notado antes en rosados elaborados con esta variedad. Se hace palpable una notable presencia alcohólica.
En boca es directo, punzante, de largo recorrido que nos llega al final de la garganta. A su paso nos deja un amargor incitante, recuerdos a jarabe dulce y amargo a la vez, a palulú, a endrinas, a pomelo y a naranja amarga.
En su degustación nos atonta y nos amodorra de manera muy placentera por lo que lo recomendamos para regar una comida potente al estilo de espagueti con pesto genovese y gambas, con arroz con conejo o campero, con butifarra a la brasa, y con huevos fritos con foie y trufa.
Una bodega que lo hace como se debe de hacer
Por eso es la bodega que hemos elegido este mes. Amigos lectores, sabéis que perseguimos a aquellos vitivinicultores que apuestan decididamente por cuidar el entorno donde elaboran sus vinos, en primer lugar, mimando el suelo sin agredirlo con sustancias que, tarde o temprano, terminan por perjudicarnos a todos, y en segundo lugar, pasando de tecnificaciones que en nada favorecen al campo; de ahí que hayan recuperado los trabajos en el viñedo con la ayuda de animales de tiro.
Los amigos de Kirios de Adrada, Jesús Lázaro y Maite Perera, comenzaron este proyecto familiar en 2001 con la recuperación de viñedos viejos y muy viejos por encima de los 900 metros de altura en Adrada de Haza, en pleno corazón de la Ribera del Duero, y por si esto no fuera bastante, potenciaron la biodiversidad haciendo vinos no solo de Tempranillo, sino también de Garnacha, de Albillo, de Pirulés, de Bobal y de Monastrell. Suponemos que tuvieron que hacer frente a la típica cerrazón de los paisanos de la zona que ya hemos visto en otros lugares ante los que deciden romper las normas y lanzarse a realizar sus sueños sin hacer lo mismo que hace el resto.
Nos gusta como lo hacen y como lo cuentan. Se nota la verdad en cuanto uno descorcha uno de sus vinos y siente la fuerza del terruño, esa que nunca engaña a nadie que posea cierta sensibilidad. En estos días hemos probado alguno de los vinos que elaboran, como el peculiar Albillo-Pirulés, o el gran Kirios de Adrada Todo, aparte del que hoy os presentamos, y tenemos que deciros que nos ha parecido que destilan verdad. Y eso es lo que pedimos a nuestros vinos.
Además hemos descubierto con mucho agrado que la bodega apuesta por el enoturismo a unos precios ajustados para todos los bolsillos, tal como hacen con sus vinos, y ese es un punto más a su favor para que les otorguemos nuestro apoyo. Y encima, estos «libertinos», han creado una página web estupenda para la navegación a la vez que atractiva. Para que algunos digan que no se puede.
Nos ha gustado mucho lo que han conseguido en esta bodega burgalesa: la unión de buenos vinos, cuidado del entorno, respeto por las buenas artes tanto en el campo como en la bodega, así como la modernidad en el ámbito comercial y corporativo. El resultado final es muy digno de mención. Por todo ello nuestra más sincera enhorabuena.
Salud y buenos vinos, amigos.