En esta nueva entrada del blog queremos hacer un homenaje al corcho por la suma importancia que tiene en la conservación de los vinos. Lo hemos titulado «Ponle un corcho» porque nos hizo gracia esa frase aparecida en uno de los diálogos de la película «Érase una vez en América», de Sergio Leone, al menos en su versión doblada. Habrá que revisarla en su idioma original para saber si Robert de Niro le decía realmente eso a James Woods o fue fruto del «ingenio» de nuestros dobladores. Hablamos de memoria y puede que ésta nos flaquee ya que hace muchos años que no revisitamos la cinta. A lo mejor todo es fruto de nuestra imaginación. Que nuestros lectores cinéfilos nos iluminen.
La función del corcho es conservar el vino en buen estado durante su período de almacenamiento evitando que en él penetren el oxígeno y agentes desagradables como las bacterias y el moho. El corcho se consigue de la corteza del alcornoque, árbol que prolifera en climas suaves que cuentan con muchas horas de sol y humedad. En España los encontramos en gran cantidad en provincias como Badajoz, Cádiz, Málaga, Sevilla y Huelva. También están muy presentes en Portugal. Ambos países son los primeros productores mundiales de corcho. Para que luego digan que no lideramos nada. Un alcornoque necesita unos treinta años para generar corcho y ocho años para regenerarse y volver a darlo. El corcho se obtiene de la siguiente manera: se «pela» la corteza del árbol dando lugar a unas planchas que se dejan secar para que pierdan la humedad y cuando se ha conseguido esto se escaldan con agua caliente para cerrar los poros y obtener una mayor elasticidad. Al término de este proceso se cortan los tapones siguiendo estas directrices: tapones de 49 a 54 mm para los vinos destinados al envejecimiento, y de entre 38 y 44 mm para los vinos jóvenes. Posteriormente, los corchos son lavados y tratados con sustancias como parafinas o aceites para poder ser introducidos en las botellas. Es importante colocar las botellas en posición horizontal para que el vino esté en permanente contacto con el corcho para que éste no se rompa y cumpla perfectamente con la misión que se le ha encomendado. Cuando abramos una botella deberemos fijarnos en que el corcho salga entero. Los corchos de buena calidad serán los que aparezcan enteros, sin grietas y manchados sólo en la zona que ha estado expuesta al vino. Si no ocurre esto habrá que permanecer en guardia ante el estado de conservación del vino.
Los corchos pueden ser:
Naturales: los fabricados de una única pieza. Deben ser uniformes y sin orificios, conocidos como lenticelas. Son ideales para conservar vinos de larga duración, como reserva o gran reserva.
Aglomerados: los fabricados de distintos trozos de corcho unidos entre si por poliuretano. Estos son los utilizados para los vinos espumosos. También se emplean en vinos jóvenes y crianzas.
1+1: son corchos de aglomerado a los que se les coloca un disco de corcho natural en el extremo que va a estar en contacto con el vino. Se emplean para los vinos jóvenes y crianzas.
Técnicos aglomerados o corcho Altec: son corchos aglomerados de última generación, donde el aglomerado está más compactado.
Corchos para vinos espumosos: son los característicos de tipo seta que están confeccionados a partir de un aglomerado de corcho aunque en ocasiones se usan tapones tratados con parafina. En estos corchos aparece un símbolo en la parte inferior que informa del tipo de espumoso que contiene:
– una estrella de cuatro puntas: cavas o vinos elaborados según el método tradicional.
– un rectángulo: vinos fermentados en botella.
– una circunferencia: vinos granvas.
– un círculo relleno: vinos espumosos.
– un triángulo equilatero: vinos gasificados.
Sintéticos: los elaborados con polímeros sintéticos. Este tipo de corcho es muy empleado en vinos jóvenes.
Tapón de rosca: son metálicos y tienen una rosca. Se emplean en los vinos generosos. Son muy frecuentes en los vinos del «nuevo mundo» desde donde sus «expertos» están intentando convencernos de que son los mejores para la conservación del vino. Afortunadamente, los bodegueros españoles aún no se han vuelto locos y siguen confiando, en su mayoría, en el corcho de calidad para conservar sus vinos. Hasta ahora están «pasando» de las recomendaciones de los «expertos anglosajones» que tanto perjuicio creemos que están haciendo al universo del vino. Con esas ocurrencias se está consiguiendo que la industria del corcho se tambalee en nuestro país. Ay, que diferentes serían las cosas si los alemanes, australianos, británicos, estadounidenses o sudafricanos fueran productores de corcho. Al igual que no permitimos que los italianos nos aconsejen en materias como el jamón y el aceite, porque los nuestros son infinitamente mejores que los suyos, no permitamos que un tipo de Napa nos «aconseje» sobre vinos. ¡Fuera complejos!
Terminamos con un saludo solidario a los productores y trabajadores del corcho que tan difíciles momentos están pasando porque no les sale a cuenta mantener este primordial sector ante los ínfimos precios que se les están pagando. Por el bien de todos, los bodegueros deberían ser más sensibles al respecto y no dejar que el corcho termine desapareciendo de nuestras botellas. Si permitimos esto, qué sera lo próximo, ¿los vinos en botellas de plástico?
Salud.
P.D. Una vez que los corchos hayan dejado de cumplir su función no tienen porqué tirarse a la basura. Aquí os dejamos una idea (aunque no es nuestra*) para que veáis como con un poco de maña pueden ser reutilizados. Vuestros manteles os lo agradecerán.
* La idea no es nuestra pero hemos creado la pieza fotografiada, que conste en acta.